sábado, 30 de mayo de 2015

Reaccion de Lectores

¿Nunca has querido entrar en un libro y decirles algo a los protagonistas? Principalmente para regañarlos. Muchas veces es exasperante ver lo que hacen los protagonistas y saber que tú no harías lo mismo y no poder cambiarlo. Eso es uno de los tantos poderes que tiene un libro. También es muy bipolar lo que pensamos acerca de ellos, el libro que estoy leyendo actualmente que es "After #3", los pensamientos de los personajes, tanto de los protagonistas como los secundarios, cambian mucho de perspectiva, humor etc. al igual que mi pensamiento hacia ellos. En un momento nos pueden parecer muy malos, a el otro muy tiernos, y al otro muy idiotas. Varía con el simple hecho de sus acciones; y eso varia tanto la influencia de toda la historia. Una reacción de un lector también


puede variar en sus pensamientos y creencias, como también en su respeto y forma de vida, y es así como no todo nos parece igual, es así como no todos los libros les gustan a todo el mundo, y como el gusto de un lector varía dependiendo de qué libro leyó primero. Tengo muchas amigas que leyeron "Buscando a Alaska" y les encanto pero luego leyeron "After #1" y les gustó mucho más este haciendo desvalorar el anterior. Pero yo creo que si se centraran realmente en la historia y persistencia de este creo que "Buscando a Alaska" tiene un mucho mejor desenlace que "After #1" como toda su saga. Pero esto no es una reseña, así que continuemos con el principio.
Sabiendo que la reacción de un lector puede variar en muchas cosas que pueden venir desde su infancia como en otros libros ya leídos y su impresión hacia estos. Así que ahora sabemos que no podemos juzgar a alguien por sus gustos literarios (aunque siempre lo hacemos, y yo lo hago), y lo hago por el simple hecho de que puedo compartir intereses, y comentarios acerca de los libros, como hago con una de mis amigas.

Espero que mi opinión o más bien comentario (o como quieran llamarlo) y que me acompañen a ser... ¡amantes de los libros!

Entrevista: Roy Berocay



Y una vez más no atrevimos a hablar con un escritor, para seguir sus consejos y llegar hasta donde ellos llegaron, hoy: Roy Berocay. Primero que  nada, muchas gracias Roy por esta oportunidad que me das y parte de tu tiempo para contestar estas preguntitas. Vamos a intentar seguir todas sus publicaciones para su nuevo libro que nos comenta. 

M: De todos tus libros ¿cuál piensas que ha tenido más éxito?

R: Eso es sencillo por los números que pasa la editorial, individualmente mi libro más vendido es Pateando Lunas, colectivamente los más populares son los del sapo Ruperto.
M: ¿Con que personaje de todos tus libros te has encariñado más?

R: Bueno, eso es más o menos obvio ¿no? Ruperto me ha dado tantas satisfacciones y ha llegado tanto lejos que se volvió casi una entidad independiente. Pero hay otros personajes como Mayte, Juanita o Ernesto que me gustan mucho también.  

M: ¿Qué consejos les darías a los niños y adolescentes que quieren escribir?

R: Lo primero es que lean, lean mucho. Es la única manera verdadera de aprender a escribir, asimilando lo que se lee. Hay que leer primero por placer, pero luego volver a leer algo que nos gustó viendo como hizo el autor para generar suspenso, o esas partes graciosas, como usa los puntos y las comas o describe lugares. Ser escritor es quizá una de las pocas profesiones del mundo que no se pueden aprender en ninguna parte, sino que uno debe hacerse solo. Ninguna carrera, ningún taller, nada te garantiza que serás escritor. Solo tu capacidad de buscar, aprender, probar, equivocarse y probar de nuevo. Obviamente lo otro es que uno tiene que querer ser escritor más que nada. El mundo está lleno de gente que intentó ser escritor y dejó por el camino. Sólo llegan los que nunca dejaron de intentarlo.

M: ¿Tienes pensado escribir un libro juvenil o solo piensa seguir con los infantiles?

R: Tengo ya algunos libros juveniles. La trilogía de Pequeña ala, La niebla y Tan Azul, por ejemplo. Y ahora justo acabo de terminar una novela de misterio-policial-fantástica, etc para adolescentes que saldrá este año y me gusta mucho como para segur los personajes en el futuro.

M: ¿Cuándo fue la primera vez que publicaste algo al público? Así sea un concurso cuando niño o lo que sea.

R: La primerísima vez que me publicaron algo fue un cuento corto que se llamaba "Rebaño" en un diario barrial que se llamaba La voz de los Pocitos. Yo ya tenía veinte y pico de años.
M: ¿Que piensa toda tu familia sobre lo que haces?

R: Hago lo que hago desde hace tanto tiempo que para ellos es simplemente mi trabajo, algo normal, cotidiano. Bueno, espero esto te sirva.
Saludos, Roy

Espero que les haya gustado y me acompañen a ser… ¡amantes de los libros!

martes, 26 de mayo de 2015

Dia del libro



El Origen del día del libro se remonta a 1926. El 23 de abril de 1616 fallecían Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. También en un 23 de abril nacie…no, no les voy a traer la aburrida historia del primer libro y la primera biblioteca nacional etc., etc. Les voy a traer mi perspectiva de un libro, su historia, y los lectores, también siguiendo un poquito con lo del post pasado les tengo un video: 


 Haber, después del video y el texto del post pasado van a creer que soy una antisocial que vive  metida adentro de un libro y no conoce la tecnología (aunque tengo un blog y eso es un poco irónico) pero no, si tengo celular, si tengo Twitter, Facebook, Instagram, Snapchat, Whatsapp, Wattpad, entre otras redes sociales, y también leo en pdf, por que no por ser blogger consigo todos los libros que quiero, y tampoco puedo comprarlos todos, pero no hay como el placer de leer un libro físico. 
Si bien leo mucho más rápido desde el celular porque tiene una vista más amplia y puedes ajustarle el tamaño, fuente, color, brillo, etc. 
   No hay como oler un libro nuevo! No hay como poder sentarse debajo de un árbol en un lugar donde no hay nada más que tremenda biblioteca (la casa de mi abuela) y leer. No hay como leer un libro en físico por el simple hecho que puede ir donde sea, cuando quieras y como quieras. Soporta manchas, hasta  a veces unas que otras gotas de agua (no creo que mojes un celular y lo puedas seguir usando muy bien), y lo mejor de todo es que no hay que preocuparse por su batería, o su enchufe eléctrico. Tiene el tamaño justo para nuestras manos, una lectura corrida y no esa espantosa sensación de tener que estar moviendo la pantalla del celular para terminar de leer el renglón. Si bien también digo que los libros en físico son bastantes caros, también pienso que todas estas facilidades y comodidades de leer un libro en físico, de vez en cuando valen la pena. 
Por eso ahora en el blog comenzaremos a hacer sorteos por distintos motivos, espero que el próximo sea por el día del niño (aunque ya no seamos tan niños, no importa).
Espero que les allá gustado, y que entiendan mi loca pasión por los libros en físico, y que me acompañen a ser… ¡amantes de los libros! (si son en físico mejor)


jueves, 21 de mayo de 2015

Una vez más y siempre, el libro



 Para el autor de Obra abierta, El nombre de la rosa y tantas obras notables, el libro es uno de esos inventos, que como la cuchara o la rueda, pertenecen a una tecnología eterna, esencialmente inmutable.

Queria dejarles este texto que encontre, y trabaje en clase de Id.Español para ver que piensan ustedes. ¿Qué creen que es mejor? ¿Un libro en fisico o cualquier tipo de tecnologia que lo sustituya para darnos exactamente la misma informacion? Más adelante, dejare mi opinion porque (aunque no creo que lo haga, no, seguramente no) no quiero que influya en sus decisiones. Asi que aqui les dejo el texto: 


  Días atrás, haciendo distraídamente zapping, di con un canal donde estaban pasando una suerte de spot o de anuncio de una transmisión por venir. Se estaba publicitando los prodigios del CD-ROM, o sea esos disquitos, hipermediales que nos pueden dar el equivalente de toda una enciclopedia, con colores, sonidos y posibilidades de instantáneas uniones entre tema y tema. Como estoy haciendo alguna experiencia en este campo, y por lo tanto conocía el argumento, lo seguía distraídamente. Hasta que, en determinado momento, oí incluso mi nombre: se estaba diciendo que yo afirmaría que esos disquitos sustituirían definitivamente a los libros.

Nadie, a menos que sea un paranoico, puede pretender que los otros lean todo lo que se escribe, pero al menos puede esperar que no le hagan decir lo contrario, especialmente si lo están usando ilícitamente, como testimonio de alguna cosa. Es un hecho que voy repitiendo a los cuatro vientos, que el CD-ROM no podrá sustituir al libro. O quien hizo ese texto es un cretino o es un mentiroso. No hay otras posibilidades. En todo caso habría que haber esterilizado a sus padres a tiempo; ahora es demasiado tarde.
Hay dos tipos de libros: los que sirven para consultar y los que sirven para leer. Los primeros (el prototipo es la guía telefónica, pero se extiende a los diccionarios y a las enciclopedias) ocupan demasiado lugar en la casa, son difíciles de manejar y costosos. Ellos podrán ser sustituidos por discos multimediales, así habrá más espacio en la casa y en las bibliotecas para los libros que sirven para leer (que van desde la Divina Comedia hasta el último policial).
Los libros para leer no podrán ser sustituidos por ningún artefacto electrónico. Están hechos para ser tomados en la mano, llevarlos a la cama, o en un barco, aun allí donde no hay pilas eléctricas, incluso donde y cuando cualquier batería está descargada, pueden ser subrayados, soportan marcas, señala libros, pueden dejarse caer en el piso o sobre las rodillas cuando nos sorprende el sueño; van en el bolsillo, se ajan, asumen una fisonomía individual según la intensidad y asiduidad de nuestras lecturas, nos recuerdan (si se ven demasiado frescos y lisos) que todavía no los hemos tocado; se leen poniendo la cabeza como queremos nosotros, sin imponernos una lectura fija y tensa de la pantalla de una computadora, muy amigable en todo excepto para las cervicales. Prueben leer toda La Divina Comedia, aunque más no sea una hora por día, en una computadora, y después me lo cuentan.
Un libro para leer pertenece a esos milagros de una tecnología eterna de la cual forman parte la rueda, el cuchillo, la cuchara, el martillo, la cacerola, la bicicleta. El cuchillo fue inventado muy pronto, la bicicleta mucho más tarde. Pero por más que los diseñadores se afanen, modificando alguna particularidad, la esencia del cuchillo es siempre la misma. Hay máquinas que sustituyen al martillo, pero para algunas cosas habrá que recurrir a algo que se asemeje al primer martillo aparecido sobre la faz de la Tierra. Podrán inventar un sistema de cambios sofisticadísimo, pero la bicicleta sigue siendo lo que es: dos ruedas, un asiento y dos pedales. De otro modo se llama motoneta o es otra cosa.
La humanidad ha ido adelante por siglos leyendo y escribiendo primero sobre piedras, luego sobre tablitas, más tarde sobre rótulos, pero era un trabajo ímprobo. Cuando descubrió que se podían enlazar entre sí unas hojas, aun siendo manuscritas, dio un suspiro de alivio. Y no podrá nunca renunciar a este instrumento maravilloso.
La forma del libro está determinada por nuestra anatomía. Puede haberlos muy grandes, pero en general tienen función de documento o de decoración: el libro estándar no debe ser más pequeño que un paquete de cigarrillos ni más grande que el Expresso. Depende de las dimensiones de nuestras manos, y esas -al menos por ahora- no han cambiado.
Es cierto que la tecnología nos promete máquinas con las cuales podríamos explorar, vía computadora, las bibliotecas de todo el mundo, elegir los textos que nos interesan, tenerlos impresos en casa en pocos minutos, con los caracteres que deseamos -según nuestro grado de presbiopía y de nuestras preferencias estéticas-, mientras la propia fotocopiadora nos acomoda las hojas y las une, de modo que cada una pueda componerse de las obras personalizadas. ¿Y entonces? Habrán desaparecido los que componen las tipografías, las uniones tradicionales, pero tendremos entre las manos, una vez más, y siempre, un libro.




Por Umberto Eco

Para la nación-Milán 1995

Traducción de Antonio Alberti, La Nación.